martes, 29 de marzo de 2016

El terrorismo a través del cine

El cine no ha sido ajeno a los procesos y transformaciones históricas y dentro de su papel de "testigo" ha sabido transmitir al espectador los diferentes hechos que han tambaleado al mundo, bien creando estereotipos dentro de su maquinaria de divertimento, bien para exponer y reflexionar o bien, en un amplio número de títulos, bajo una óptica influenciada ideológica y políticamente.
Es notable el giro en la cinematografía con respecto al terrorismo tras los ataques del 11 de septiembre. La tragedia en si, sus consecuencias, la teoría de la conspiración y, sobre todo, las guerras que llegaron como respuesta. El terrorismo yihadista, así como los motivos que mueven al fanatismo, han sido una máxima dentro del cine que intenta dibujar el horror. Pero más allá de eso, en un tema tan universal, el celuloide se ha preocupado por introducirse en otros conflictos sangrientos. Irlanda y el IRA, los grupos terroristas de extrema izquierda, España y la ETA o el terrorismo de estado, son algunos de los puntos clave que intento desarrollar en el siguiente texto.


El terrorismo en Hollywood 

Fundamentalmente, dentro de la industria de Hollywood, el terrorismo ha sido utilizado como marco descontextualizado dentro del respectivo blockbuster con el objetivo de entretener, alcanzando su máximo exponente en la eterna dicotomía de "los buenos contra los malos". La lista es tan variada como interminable. Desde clásicos del género de acción como Jungla de cristal (John McTiernan, 1988) a entretenimientos del nivel de Mentiras arriesgadas (James Cameron, 1994) y haciéndose extensivo a la televisión con series de éxito como 24 o Homeland

Kiefer Sutherland dio vida a Jack Bauer durante nueve temporadas -incluyendo "24: Live Another Day"- y una precuela en forma de telefilm titulada "24 Redemption". Ha sido, sin duda, uno de los máximos referentes del entretenimiento con trasfondo de amenaza terrorista de la televisión contemporánea.
Obviamente los ataques terroristas del 11 de septiembre marcan un punto de inflexión. El divertimiento sigue siendo divertimiento, pero empieza a notarse otro punto más serio en las formas y la aparición de productos influenciados por el drama o con el objetivo de hacer reflexionar, pero también con un potente contenido ideológico y de orgullo patriótico. Aunque la película más representativa de este período sigue siendo 11'09''01: 11 de Septiembre (2002) una coproducción británico-francesa en la que once directores -Samira Makhmalbaf, Claude Lelouch, Youssef Chahine, Danis Tanovic, Idrisa Uedraogo, Ken Loach, Alejandro González Iñárritu, Amos Gitai, Mira Nair, Sean Penn y Shohei Imamura- exponen sus puntos de vista en once cortos sobre los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono, con el paso del tiempo se enfrentó uno de los ataques que cambió el rumbo de la historia desde una perspectiva mucho más cercana. 
Así aparecieron películas como World Trade Center (Oliver Stone, 2006), un fallido y excesivamente patriótico drama con Nicholas Cage, o United 93 (Paul Greengrass, 2006), una gran reconstrucción de los hechos acontecidos en el cuarto avión secuestrado el 11-S, el vuelo 93 de United Airlines, y que tuvo una réplica a modo de telefilm con Flight 93 (Peter Markle, 2006).

Enfocado en el conflicto árabe-israelí, Steven Spielberg se decidió a dirigir "Munich" (2005) para reflexionar sobre el terrorismo tomando como punto de partida el suceso real acontecido en los Juegos Olímpicos de 1972.
El 11-S fue el contexto en el que se desenvolvieron dramas hiper sentimentales como Tan fuerte, tan cerca (Stephen Daldry, 2011) o En algún lugar de la memoria (Mike Binder, 2007). En medio de la vorágine del terror no faltaron a la cita los grandes directores. Enfocado en el conflicto árabe-israelí, Steven Spielberg dirigía Munich (2005), un thriller que invita a la reflexión y que está basada en los sucesos reales que se vivieron durante los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, en los que varios atletas israelíes fueron asesinados por el grupo terrorista palestino "Septiembre Negro".  
La respuesta armada a los ataques por parte de Estados Unidos y aliados configuró un tipo de cine que se sumergía en las entrañas de las operaciones antiterroristas y que desembocan en la oscarizada La noche más oscura (Kathryn Bigelow, 2012), sobre la operación militar que terminó con el líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden. Surgieron así productos como Syriana (Stephen Gaghan, 2005), basada en la historia real de Robert Baer, interpretado por George Clooney, un agente de la CIA destinado a Oriente Medio que investigó casos de terrorismo, o Red de mentiras (Ridley Scott, 2008), también sobre un agente de la CIA en Oriente Medio -esta vez Leonardo DiCaprio- y basada en la novela del columnista del Washington Post, David Ignatius.  

Michael Moore recibió la Palma de Oro en Cannes por "Fahrenheit 9/11", uno de esos documentales que meten el dedo en la llaga y que propone incógnitas que alimentan peligrosas conspiraciones.
Del mismo modo, el género documental jugó un importante papel en la visión cinematográfica del terrorismo. El terror, representado en ese choque de civilizaciones, abrió las puertas a las incógnitas y a las teorías de la conspiración. Tras el éxito de Bowling for Columbine (2002), Michael Moore recibía la Palma de Oro en Cannes por Fahrenheit 9/11 (2004), donde indagaba en las oscuras relaciones entre la familia Bush y Bin Laden y la utilización del ataque a las Torres Gemelas en beneficio político de la Administración de George W
Desde el lado más independiente, Loose Change (Dylan Avery, 2005) se convirtió en una de las propuestas más exitosas de distribución on-line y en ella se cuestiona la autoría de los atentados así como su propia existencia. Del mismo modo, Painful Deceptions (Eric Hufschid, 2005) fue la primera en sostener que el desplome del World Trade Center no fue el resultado del impacto de unos aviones sino de una explosión controlada. Aunque claro, aquí la joya de la corona es el exitoso documental Zeitgeist (Peter Joseph, 2007), que relacionaba el cristianismo, el 11-S y la Reserva Federal Americana y que suele confundirse con American Zeitgeist (Rob McGan, 2006), un documental que analiza la lucha antiterrorista de 1979 a 2006 y que, en cierto modo, trata el mismo tema que la primera.

Jessica Chastain interpreta a la agente especial Maya en "La noche más oscura", originalmente "Zero Dark Thirty", título que hace referencia a la hora: las 00:30 de la madrugada del 2 de mayo de 2011, momento en el que una unidad de marines entraba en la residencia de Abbottabad, en Pakistán, para dar caza a Osama Bin Laden.
Obviamente las guerras trajeron consecuencias y un buen puñado de historias relacionadas con las vidas de los que fueron a lucharlas. Paul Haggis contaba de una manera brillante la investigación de un veterano de guerra (Tommy Lee Jones) sobre la desaparición de su hijo tras regresar de Irak en En el valle de Elah (2007). Kathryn Bigelow arrasó en los Oscars antes de La noche más oscura con En tierra hostil (2008), un thriller bélico con Jeremy Renner en el papel de un temerario sargento de la unidad de élite de artificieros destinada en Irak. Del mismo modo, Clint Eastwood llevaba a la gran pantalla la autobiografía de Chris Kyle -un hombre que batió el récord de muertes como francotirador en el ejército norteamericano- en El francotirador (2014) y Brian De Palma se atrevía en Redacted (2007) a contar el hecho real acontecido en Mahmudiya donde un grupo de soldados estadounidenses violaron a una adolescente iraquí y asesinaron a toda su familia. En la televisión, David Simon, el creador de The Wire, llevaba a cabo la miniserie de 7 capítulos Generation Kill (2008), basada en el libro de Evan Wright sobre su convivencia con un pelotón de marines durante el asalto a Bagdad en 2003.

Más allá de las Torres Gemelas

Europa no ha sido ajena al caos a todos los niveles que produce el ataque terrorista del 11 de septiembre, y así lo ha dejado patente en un buen puñado de películas, la inmensa mayoría situadas en esa zona rebelde dedicada a la denuncia de la aceptación de la guerra preventiva y sus consecuencias que se aprueba como única respuesta al terrorismo. Así, Michael Winterbottom denunciaba las humillaciones y torturas sufridas por los islamistas encarcelados en la base de Guantánamo en Camino a Guantánamo (2006) o Nick Broomfield presentaba ese alegato antibelicista que era La batalla de Hadiza (2007). 
Pero el terrorismo siempre ha estado ahí y sus tentáculos se extienden más allá de los sucesos del 11-S. Y en ese aspecto, desgraciadamente, Europa está bien servida.

En "El viento que agita la cebada", Cillian Murphy y Liam Cunningham son dos hermanos que se alistan en la guerrilla para combatir a las tropas británicas en plena Guerra de la Independencia Irlandesa. El título de la película hace referencia a la balada del poeta Robert Dwyer Joyce sobre la rebelión de 1798, el levantamiento nacionalista irlandés contra el dominio británico.

Liam Neeson dio vida a Michael Collins en la película del mismo título de Neil Jordan sobre el revolucionario irlandés.
Ken Loach, uno de los directores más reconocidos del realismo social británico y militante trotskista -que también ha tocado las consecuencias de la Guerra de Irak en Route Irish (2010)-, no dudó en acercarse al conflicto irlandés. Interpretada por Cillian Murphy, El viento que agita la cebada (2006) contaba la historia de dos hermanos que se alistan en la guerrilla para combatir a las tropas británicas que intentan impedir la independencia en la Irlanda de 1920. En el lado opuesto, Agenda oculta (1990) se presenta como un thriller político de denuncia al terrorismo de estado en la que dos abogados norteamericanos a favor de los derechos humanos investigan en Belfast el trato que reciben los prisioneros del IRA y descubren información delicada para el gobierno de Margaret Thatcher
Personajes relevantes, injusticia social y la locura de un conflicto tan sangriento como interminable han sido las bases sobre las que se ha asentado la filmografía sobre el terrorismo en Irlanda. En una reconstrucción histórica a la que se le achacaron varios errores, Neil Jordan -responsable de la oscarizada Juego de lágrimas (1992), también con el IRA como protagonista- optó por Liam Neeson para su película Michael Collins (1996), sobre el líder nacionalista irlandés y Director de Inteligencia del IRA. Paul Greengrass relató en Bloody Sunday (2002) los trágicos sucesos de aquel domingo 30 de enero de 1972 en Londonderry y Pete Travis -con guión de Greengrass- contaba en Omagh (2004) el atentado del IRA Auténtico en 1998 que tenía como objetivo provocar la ruptura entre Londres y Dublín y el abandono del proceso de paz mientras Irlanda se preparaba para votar en referéndum el Acuerdo de Viernes Santo. Así mismo, Yann Demange exponía una realidad compleja en plena ebullición en '71 (2014), donde un inexperto soldado se pierde en las calles del Belfast de 1971 con el conflicto del IRA en su punto álgido.

Referencia indiscutible del cine sobre el conflicto irlandés, "En el nombre del padre" narraba la historia real de Gerry Conlon, acusado injustamente de un atentado del IRA y que pasó 15 años en una cárcel británica tras ser declarado culpable. Su caso se conoce históricamente con el nombre de Los cuatro de Guildford.


La realidad irlandesa no ha escapado del cine norteamericano. Phillip Noyce dirigía Juego de patriotas (1992), basada en las novelas del personaje Jack Ryan creado por Tom Clancy, al que daba vida Harrison Ford, quien también interpretaba junto a Brad Pitt La sombra del diablo (Alan J. Pakula, 1997), ambas películas con el IRA como telón de fondo. 
Pero si hablamos del conflicto irlandés el máximo referente es, claro está, Jim Sheridan. En 1993 adaptaba el libro de Gerry Conlon "Proved Innocent" para dar forma a En el nombre del padre, una película de denuncia social con un excelso Daniel Day-Lewis al que acompañaban Emma Thompson y Pete Postlethwaite. Derrotada en los Oscars -obtuvo 7 nominaciones pero andaba por ahí La lista de Schindler- la cinta narraba la historia real de Conlon y otras tres personas (Paul Hill, Carole Richardson y Paddy Armstrong) acusados de un atentado del IRA a un pub londinense en 1974 donde murieron 5 personas y 65 fueron heridas. Obligados bajo tortura a confesar un crímen que no habían cometido, el caso se conoce históricamente como Los cuatro de Guildford, a los que se unieron Los siete de Maguire tras la incriminación de la familia de su tía, incluído su padre, que murió en prisión. Conlon se pasó 15 años en una cárcel británica tras ser declarado culpable hasta que en 1989 se cuestionaron las pruebas presentadas por la policía en lo que se considera uno de los más graves errores judiciales en el Reino Unido. Tony Blair pidió perdón por el daño causado en 2005.
Años más tarde, Jim Sheridan volvía a dirigir a Daniel Day-Lewis en The Boxer (1997), una historia de amor, boxeo y el terrorismo del IRA que obtuvo casi el mismo reconocimiento que su anterior película. 

El espectacular póster de la controvertida película "Made in France", que ha visto pospuesto su estreno en dos ocasiones tras los ataques contra la sede de Charlie Hebdo y la sala Bataclán.
Con un problema tan extendido e incomprensible y, por desgracia, universal, los puntos de vista y la recuperación de historias que han abierto dolorosas heridas también es extensa dentro de la filmografía que trata el terrorismo. Uli Edel retomaba en R.A.F. Facción del Ejército Rojo (2008) -candidata por Alemania al Oscar a película de habla no inglesa- la historia del movimiento denominado Fracción del Ejército Rojo. Conocidos también como La banda de Baader-Meinhof fue un movimiento armado nacido en la Alemania de los años 60 que destacó tras reivindicar los atentados contra el jefe de la patronal y el fiscal general del Estado. Detenidos en 1972, los cuatro miembros fundadores del grupo aparecieron muertos en su celda en 1977. La versión oficial del suceso apuntaba al suicidio.
La convulsa situación que precedió al estallido demócrata en Alemania, donde predominaron los ataques terroristas de grupos que optaron por la salida violenta, también se reflejaba en El silencio tras el disparo (Volker Schlöndorff, 2000) o conformaban el marco en el que se desarrollaban otros conflictos de carácter dramático como en The state I am in (Christian Petzold, 2000). 
Francia, recientemente golpeada por la lacra terrorista, había relatado en Carlos (Olivier Assayas, 2010), una miniserie de 3 capítulos, la historia de Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, una de las figuras relevantes del terrorismo en las décadas de los 70 y los 80, que contó con una versión a modo de película -con metraje más reducido, 160 minutos-. Del mismo modo, ha tanteado el terreno del conflicto entre Israel y Palestina en Una botella en el mar de Gaza (Thierry Binisti, 2011) y, más recientemente, se ha topado con Made in France (Nicolas Boukhrief, 2015), una cinta donde un periodista se infiltra en una célula yihadista que tiene como objetivo atentar en el centro de la capital francesa. La película de Boukhrief postergó su estreno tras el ataque contra la sede de Charlie Hebdo y, más tarde, tuvo que volver a cancelar su salida tras los atentados de París.  

El yihadismo y la sinrazón de los suicidas ha llevado, ya fuera de Europa, a reflexionar sobre los motivos que mueven al fanatismo más inhumano. Quizá la película más importante sobre el tema sea Paradise Now (Hany Abu-Assad, 2005), donde dos jóvenes palestinos son reclutados para inmolarse en Tel Aviv. La misma senda recorría Los caballos de Dios (Nabil Ayouch, 2012), una producción marroquí que bucea en el entorno de miseria del protagonista para intentar buscar el motivo que le lleva a convertirse en islamista radical. Algo parecido ocurría en El atentado (Ziad Doueiri, 2012), basada en la novela de Yasmina Khadra, aunque en esta ocasión bajo el punto de vista de una familia acomodada.  

Los años de plomo

Desde su primera acción armada en 1962 contra el comisario Melitón Manzanas, la lucha de ETA ha marcado la historia política de España durante casi cinco décadas. Tras el final de la dictadura franquista fueron muchos los directores que se atrevieron a abordar un tema muy delicado que ha tenido dos fases claramente diferenciadas. Las primeras películas sobre ETA adoptaban un prisma comprensivo teniendo en cuenta que a la banda se le consideraba todavía un pilar básico en la lucha antifranquista. Los años de plomo, llamados así por una actividad mayor del grupo terrorista, su ataque a la población civil y sus diversas escisiones, llevó a una filmografía más alejada de la primera perspectiva durante los años 80 y 90.
Se considera como primera película sobre el tema a Comando Txikia (José Luis Madrid, 1976) centrada en el atentado que causó la muerte al Presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco. Por el mismo tema transitaba Operación Ogro (Gillo Pontecorvo, 1979), con banda sonora de Ennio Morricone y en la que particiban José Sacristán, Ángela Molina y Eusebio Poncela.

Rodada en planos generales y sin diálogos, "Tiro en la cabeza" es una de las producciones más recientes que gira sobre el terrorismo etarra.

Ana Torrent dio vida a la histórica dirigente de ETA Dolores González, alias "Yoyes", en la película de Helena Taberna.
Imanol Uribe ha sido uno de los directores que más se ha inmiscuido cinematográficamente en el conflicto vasco. Ya en 1979 rodaba el documental El proceso de Burgos, acusado de un tono pro-abertzale y en el que se relataba las irregularidades del juicio ante un tribunal militar en el que fueron condenados a prisión 16 miembros de ETA. Posteriormente dirigiría La fuga de Segovia (1981) sobre el intento de fuga de unos etarras de prisión y La muerte de Mikel (1983), donde aborda el mundo abertzale desde un punto de vista nada comprensivo. Ya años más tarde Uribe se atrevería a adaptar una novela de Juan Madrid en Días contados (1994), ganadora de 8 premios Goya, y en la que muchos vieron que se humanizaba en exceso a un terrorista, Carmelo Gómez para la ocasión. 

Los años 80 dieron lugar a un buen número de películas con el trasfondo de ETA, entre ellas la reivindicada El pico (Eloy de la Iglesia, 1983) -que contaría con una secuela al año siguiente- o El caso Almería (Pedro Costa, 1983). En la cinta de Costa se relata un suceso acontecido tres días después del atentado contra el teniente general Joaquín de Valenzuela, jefe militar de la Casa del Rey, cuando aparecen abrasados y acribillados a tiros tres cadáveres en una carretera de Almería. Pese a los intentos de la Guardia Civil por intentar corroborar que se trataba de etarras fugados, se probó que los jóvenes no eran ni vascos y que habían sido detenidos, torturados y asesinados por la Benemérita.

La situación de peligro inminente, que llevó a la sociedad española a una situación de caos total, se extendió irremediablemente al interior de la banda terrorista. Así, comenzaron a aparecer películas que no solamente denunciaban la situación que se vivía en el país, sino que también se atrevían a acercarse al terrorismo de estado y su guerra sucia e incluso a los conflictos internos en el seno de ETA. Llegaron películas como Ander y Yul (Ana Díez, 1989) sobre el asesinato de varios narcotraficantes en el País Vasco, previsiblemente a manos de ETA, Días de humo (Antonio Eceiza, 1989) o Sombras en una batalla (Mario Camus, 1993). Dentro de ese núcleo paranoico que es la banda terrorista, el cine ha dejado también esa olvidada Yoyes (Helena Taberna, 2000), basada en la historia real de la dirigente etarra Dolores González, que tras su regreso a España en 1985 se desvincula de la lucha armada en pleno proceso de escisión de ETA y es asesinada a tiros delante de su hija por su ex compañero Antonio López Ruiz, alias "Kubati".

Dentro de los títulos con tintes más comerciales, Eduardo Noriega dio vida a Mikel Lejarza en "El lobo", el agente español que logró infiltrarse en ETA de 1973 a 1975.
Con títulos más actuales como Negociador (Borja Cobeaga, 2014), una comedia negra sobre un político vasco que ejerce de interlocutor del gobierno español en las negociaciones con ETA, a películas con un aire más experimental como Tiro en la cabeza (Jaime Rosales, 2008), centrada en el asesinato de Fernando Trapero y Raúl Centeno en diciembre de 2007 a manos de tres etarras, el cine español se ha visto también en la necesidad de bucear en los orígenes y desarrollo de un conflicto tan sangriento como relevante. La pelota vasca, la piel contra la piedra (2003) fue la incursión de Julio Medem en el documental que busca reflexionar sobre tremendo conflicto en base a la pluralidad, dando voz a los implicados de ambos bandos. De Felipe González a Arnaldo Otegui pasando por artistas como Fermín Muguruza, la película ya nació con polémica tras la negativa a participar del Partido Popular. Para la gala de los Goya de 2004, la Asociación de Víctimas del Terrorismo organizó un boicot contra la cinta. 
Por supuesto no han faltado los thrillers de corte comercial en lo que concierne al terrorismo etarra. GAL (Miguel Courtois, 2006) era una película que ya venía lastrada por la crítica a su imparcialidad debido a su productora -llegaba de la mano de El Mundo TV-. Teniendo en cuenta que se centra en un oscuro hecho histórico y que parece estar bastante segura de lo que cuenta, no deja de ser curioso que la película se mueva con personajes a los que se les ha cambiado el nombre real. Con Jordi Mollá y Natalia Verbeke, entre otros, cuenta la historia del Grupo Antiterrorista de Liberación, el máximo exponente de la guerra sucia contra ETA que actuó de 1983 a 1987 y fue responsable de 27 muertos en el sur de Francia en una de las más maquiavélicas acciones de terrorismo de estado que se recuerdan en el país. El mismo equipo de GAL había tenido mucho más éxito unos años antes con El Lobo (Miguel Courtois, 2004), interpretada por Eduardo Noriega y José Coronado, basada en la historia real de Mikel Lejarza, un agente de los servicios secretos españoles que logró infiltrarse en ETA entre 1973 y 1975. 

Aunque la sombra del 11-M planea sobre "No habrá paz para los malvados", la trágica mañana del 11 de marzo de 2004 sigue siendo una de las asignaturas pendientes del cine español.
Como contrapunto al tratamiento del suceso de las Torres Gemelas, no deja de ser curioso -aunque no en exceso- la escasez de títulos sobre uno de los ataques más trágicos ocurridos en suelo español. Más allá del género documental, el fatídico 11 de marzo de 2004, ha contado con una tv movie estrenada por Telecinco dividida en dos partes y dirigida por Daniel C. Torallas. 11-M: para que nadie olvide (2011), es casi el único título de ficción que relata los hechos de aquella trágica mañana del 11 de marzo basado exclusivamente en los hechos probados por la sentencia de la Audiencia Nacional y el fallo del Tribunal Supremo. Más allá de la sombra del horror que planeaba en buena parte de la trama de la magistral No habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011), sería interesante una mayor incursión que ofreciera diversos puntos de vista sobre uno de los sucesos más tristes de nuestra historia reciente.     
 
 
    

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