jueves, 12 de mayo de 2016

10 títulos imprescindibles de Woody Allen


Woody Allen ha estrenado en el Festival de Cannes su nueva película, Café Society -que llegará a España en septiembre- y es un buen momento para hacer un repaso a su filmografía. No ha sido fácil quedarme con diez títulos de un director que me entusiasma, sobre todo teniendo en cuenta su brutal nivel de producción, a película por año prácticamente. Como se suele decir, no están todas las que son, ni son todas las que están. Aquí van 10 títulos del director neoyorquino, para degustar, sonreír y bucear un poco en la insoportable levedad del ser. Después ya buscan un psicoanalista.

1. Toma el dinero y corre (1969)

Primera película dirigida, escrita (junto a Mickey Rose) y protagonizada por Woody Allen. Rodada en plan documental, su sucesión de gags descacharrantes la convierten en un verdadero slapstick en el que se parodian algunas de las películas de gángsters más famosas, como la elegante Bonnie & Clyde.
Woody Allen da vida a Virgil Starkwell un patético criminal que tras salir de prisión se enamora de Louis (Janet Margolin). Risas aseguradas.

 

2. El dormilón (1973)

Una sátira futurista a ritmo de jazz, ¿qué más se puede pedir? De nuevo dirigida, escrita (junto a Marshal Brickman) y protagonizada por Woody Allen quien, por si fuera poco, también se encarga de la banda sonora, compuesta junto a su banda de jazz The New Orleans Funeral Ragtime Orchestra. La cinta está basada en la novela de H. G. Wells titulada When The Sleeper Wakes. Y si, es otra comedia.
Allen da vida a Miles Monroe quien despierta 200 años después de haber sido congelado gracias a unos rebeldes que tienen como objetivo derrocar a un peligroso dictador.  

 

3. Annie Hall (1977)

Una de sus películas más famosas que se alzó con cuatro Oscars: mejor película, mejor director, mejor guión original y mejor actriz principal para Diane Keaton, que ya había trabajado con Allen en El dormilón. Es, junto a Manhattan, una de sus cintas más emblemáticas. Una comedia romántica que ha sido imitada hasta la saciedad y en la que el espectador se da un festín de recursos narrativos.
En esta comedia romántica, Woody Allen interpreta a uno de sus personajes habituales, Alvy Singer, un comediante neurótico de Nueva York y Diane Keaton da vida a Annie Hall, su pareja. La película nos irá contando todos los vaivenes de la relación sentimental entre ambos desde su primer encuentro. Una gozada.


 

4. Manhattan (1979)

Otro de los clásicos de Woody Allen, filmada en blanco y negro y es, además de otra comedia romántica, una declaración de amor del director a la ciudad de Nueva York. Estuvo nominada a dos Oscars (mejor actriz secundaria y mejor guión original) y en palabras del propio Allen era un intento de mezclar lo que ya contó en Annie Hall y en Interiores
Manhattan cuenta la vida de Isaac Davis (Woody Allen), un escritor de chistes que se ha divorciado dos veces, mantiene una relación con una joven de diecisiete años (Mariel Hemingway) y se enamora de Mary Wilkie (Diane Keaton) que, por si fuera poco, es la amante de su mejor amigo.



5. La rosa púrpura de El Cairo (1985)

Una de esas películas de Allen frescas y originales, dirigida y escrita por él pero, esta vez, dejando lo de la interpretación para su pareja principal: Jeff Daniels y Mia Farrow. Estuvo nominada al Oscar al mejor guión original. 
La rosa púrpura de El Cairo cuenta la historia de Cecilia (Mia Farrow), una camarera infelizmente casada con Monk (Danny Aiello) que acude una y otra vez a ver la película de la RKO The purple rose of Cairo. Un día, Tom (Jeff Daniels), el protagonista de la cinta, se fija en ella y traspasa la pantalla del cine para aparecer en el mundo real.


 

6. Misterioso asesinato en Manhattan (1993)

De nuevo con Diane Keaton, Allen se sumerge en el género del suspense sin olvidar la comedia en una película divertidísima. La cinta fue llevada al teatro en España de la mano de Paco Vidal y estuvo interpretada por Enrique San Francisco y Beatriz Santana.
Misterioso asesinato en Manhattan nos narra la historia de Carol Lipton (Diane Keaton) y su marido Larry (Woody Allen). Ella lleva una vida rutinaria y se aburre soberanamente hasta que empieza a sospechar que su vecino ha asesinado a su esposa. Carol se empeña en investigar el suceso junto a su amigo Ted (Alan Alda), lo que llevará a Larry a sentirse celoso y unirse a la investigación. 

 

7. Poderosa Afrodita (1997)

Otra gran comedia de Woody Allen que le valió el Oscar como mejor actriz de reparto a Mira Sorvino. En esta ocasión, el director tira del mundo clásico para exponer su historia, llevando su película como si fuese una tragedia griega en actos. De esta manera, Woody Allen va alternando la situación de los personajes principales con lo que va contando un coro griego que, como debe ser, no será tan habitual como lo conocemos.
Poderosa Afrodita se centra en la vida de Lenny (Woody Allen) y Amanda (Helena Bonham Carter) una pareja que decide adoptar un niño. Debido a su gran inteligencia, Lenny se empeña en buscar a su madre biológica y creyendo que va a encontrar a una superdotada se encuentra con una prostituta algo torpe y mal educada.

 

8. Granujas de medio pelo (2000)

Otra original, ingeniosa y bien llevada comedia de Woody Allen, en esta ocasión con un grupo de ladrones no muy bien avenido. Para esta ocasión, el director (que también actúa y escribe el guión), se rodea de Tracey Ullman, Hugh Grant, Elaine May o Michael Rappaport para firmar otra de sus grandes comedias que, si bien pierde fuelle al final, tiene un arranque insuperable.
Woody Allen da vida a Ray Winkler, un ladrón que sale de la cárcel y empieza a ganarse la vida como lavaplatos. Pero su nuevo trabajo le cansa y decide reunir a su vieja banda para perpetrar un último golpe. Para ello, su plan genial consiste en comprar una tienda de galletas que está al lado de un banco con ayuda de su mujer y excavar un túnel que conecte la tienda con el banco.

 

9. Match Point (2005)

Woody Allen venía de dirigir La maldición del escorpión de Jade (2001), Un final made in Hollywood (2002), Todo lo demás (2003) y Melinda & Melinda (2004), todas ellas correctas películas pero a las que se acusó de haber perdido frescura. Llegó entonces Match Point, para mí lo mejor que ha hecho en los últimos diez años, y la crítica se rindió a sus pies.
Primera de sus películas rodadas en Reino Unido, cuenta la historia de Chris Wilton (Jonathan Rhys-Meyers), un tenista profesional que encuentra trabajo como profesor de tenis en un club para la alta sociedad. Allí conoce a Tom (Matthew Goode) quien le introducirá en el mundo de las familias más ricas de Londres. Chris irá ascendiendo poco a poco hasta casarse con Chloe (Emily Mortimer) una chica rica que le colocará en un status que siempre había deseado. ¿El problema? Que Chris iniciará paralelamente una aventura con la explosiva y sensual Nola Rice (Scarlett Johansson).

 

10. Midnight in Paris

Desarrollada en Paris, es hasta el momento la película más taquillera de Woody Allen en Estados Unidos. Fue nominada a cuatro Oscars (entre ellos mejor película y mejor director) y terminó alzándose con la estatuilla a mejor guión original. 
Con un aire que recuerda en cierto modo a La rosa púrpura de El Cairo, la película narra el viaje a la capital francesa de Gil Penden (Owen Wilson), un escritor norteamericano, y su pareja Inez (Rachel McAdams) junto a los padres de ella. Cuando pasea por las calles en busca de inspiración soñando con el París de los años 20, una especie de hechizo le hará viajar atrás en el tiempo y encontrarse con una serie de personajes que cambiarán su visión del mundo para siempre.


miércoles, 11 de mayo de 2016

La Bruja (Robert Eggers, 2015)


El día de la bestia


Pocas figuras han tenido tanta trascendencia y han causado tanto temor a lo largo de la historia como la de la bruja. Representada habitualmente volando montada sobre su escoba, la historia de la bruja va mucho más allá, desde sus poderes maléficos a sus famosos aquelarres. Por eso no es de extrañar que el estereotipo que arrastraría la figura de la bruja sobre todo en el medievo siempre lleve a pensar en ella como un ser maligno que terminaba quemado en una hoguera.  
Aquí lo que tenemos es una figura expuesta de tal forma que sirve tanto como para escenificar el miedo como para retratar la mítica leyenda en base a su capacidad para desestabilizar la fe y el núcleo familiar más leal.  
La bruja es una pequeña gran película. Tanto en el desarrollo de su temática como en el trasiego lento de la misma hasta un final brillante. Y si. Las alabanzas están justificadas, en gran parte por el cuidado que demuestra su director, que venía de dirigir el corto The tell-tale heart (2008) y que debuta en el largo con esta cinta de corte clásico, aunque parece que lleve tiempo dirigiendo, y que le valió el premio al mejor director en el Festival de Sundance 2015.

La historia nos traslada a la Nueva Inglaterra de 1630, para hacernos una idea, 60 años de los míticos juicios de Salem que pusieron fin a toda la oleada paranoica sobre las prácticas de brujería. Un granjero inglés, ante la presión de su iglesia, decide tomar el camino del exilio junto a su mujer y sus cinco hijos. La familia retoma su vida en una cabaña situada en un inhóspito bosque donde según cuenta la leyenda, un mal sobrenatural controla la zona. Cuando todo parece ir bien, la desaparición de su hijo recién nacido y la pérdida de las cosechas, pondrán a prueba la fe y la unión de la familia.

Anya Taylor-Joy da vida a Thomasin, la joven de la familia que tras un inocente juego infantil será tomada por una bruja, causante de todos los males de la familia.


La bruja no es una película de terror al uso, al menos si tomamos este como la típica producción actual plagada de sustos con su consiguiente subida de volumen, sangre y artificios varios. Podríamos enmarcarla en ese denominado terror psicológico que se sirve de un escenario minimalista y una atmósfera hipnótica que consiguen su propósito desde el primer minuto: perturbar
Sin necesidad de revolucionar nada -su envoltorio de cuento clásico es notable- en La bruja prima mucho la forma, que en definitiva es lo que hace que todo funcione. Su lento desarrollo convierte a su narrativa en un dechado de virtudes que sirve tanto como para mostrar la manera de vivir de la época -ojo a ese cuidado detalle en la forma de hablar- como para desarrollar perfectamente a sus personajes, que bien podríamos calificar de unos verdaderos fanáticos religiosos. A partir de su arranque, la película de Eggers se sirve de la iconografía del cuento clásico y tampoco olvida de donde viene, encontrándonos en sus imágenes ciertos aires al Kubrick de El resplandor, al Shyamalan de El bosque o, incluso, al Haneke de La cinta blanca

En su forma, que va in crescendo, pronto la tensión tomará un papel importante. Mediado el metraje, la evolución de los personajes es evidente, destacando sobre todo la joven Anya Taylor-Joy, la actriz de 18 años que da vida a Thomasin, y todo se ha vuelto tan fascinantemente perturbador que nos deja prendados de su final. Todos los elementos sobrenaturales se han ido añadiendo a través de una excelsa fotografía y una muy buena utilización de los planos y, quitando algún que otro susto, Eggers se ha dedicado más a sugerir que a mostrar. 
Acompañado por la comedida banda sonora de Mark Korven (Cube), ha ido desgranando un terrorífico cuento sobre la religión, el fanatismo, la brujería y la pérdida de la fe. Pero también una historia sobre la fascinación de lo prohibido y de la fuerza de la mujer como elemento desestabilizador de una sociedad patriarcal. Una tesis sobre el terror bien dirigida, bien interpretada y contada de una manera tan realista como efectiva. Un ejercicio de género muy recomendable. 

martes, 10 de mayo de 2016

The Raid (Gareth Evans, 2011)


Ensalada de hostias en el edificio


The Raid, titulada por estos lugares Redada asesina, corresponde al tipo de película de acción que se deja de rollos macabeos y ofrece simple y llanamente lo que promete: acción. No hay nada más allá del disfrute de ver a un puñado de tíos dándose de leches o cosiéndose a tiros a través de los pisos de este edificio plagado de gentuza. Eso es, a grandes rasgos, The Raid. Un frenético producto de acción que durante sus 100 minutos apenas si deja tiempo para respirar. Ni títere con cabeza. 
Profundizando algo más, la cinta de Gareth Evans cuenta con el don de la elegancia y el cuidado en las escenas de lucha y tiroteos. Una verdadera gozada que impide al espectador quitar el ojo de la pantalla no vaya a perder ripio entre tanta balacera, tanto brazo y tanta pierna. Todo ello a pesar de ser un producto que puede tirar para atrás si uno se centra en su nacionalidad, Indonesia, y se para a contemplar sus minutos iniciales que, todo sea dicho, no invitan precisamente a la esperanza de toparse con algo bueno.

Un equipo de asalto se prepara para entrar en un edificio de Yakarta controlado por un peligroso mafioso que tiene a sueldo a todos sus inquilinos y a gran parte de la policía de la ciudad. Una vez dentro, el equipo de asalto no tendrá nada fácil alcanzar al objetivo de su misión. Ni tampoco salir del edificio. Al menos, con vida.


Esa es, a grandes rasgos, la trama principal de The Raid, aunque también está sazonada con un par de tramas secundarias que no son gran cosa. Ni falta que hace.
Tras unos minutos de presentación un tanto descorazonadores -sobre todo si tiráis de la versión doblada- la película pone a punto toda su maquinaria, y cuando esta arranca ya es un no parar. Como suele ser habitual, hace falta la connivencia del espectador, pero si entráis en el juego y os dejáis llevar lo vais a pasar en grande. Hay de todo: ejecuciones pasadas de rosca, tiroteos espectaculares, luchas titánicas sin armas, peleas con cuchillos y machetes y duelo final interminable. Todo ello coreografiado con elegancia, suspendiendo la incredulidad del respetable al ver que todos esos movimientos sean posibles. Para hacernos una idea, viene a ser una mezcla del primer John Woo, el cuidado estético de Johnnie Too, las cabriolas de Jackie Chan, un rollo a lo Jason Bourne y el gamberrismo propio de las cintas orientales.

Ayuda mucho para su punto fuerte que el producto venga de donde viene, confirmando que los asiáticos son inmejorables en esto de repartir cera a diestro y siniestro. En el reparto no priman precisamente las grandes actuaciones, sino los movimientos inverosímiles con los que se lucen Iko Uwais (campeón nacional de silat, un arte marcial de Indonesia) y Yayan Ruhian (otro profesional del silat) que dan vida a Rama y Mad Dog, respectivamente. Verlos en acción es un verdadero espectáculo. 

El galés Gareth Evans, que es quien dirige el cotarro, venía de firmar dos películas que pasaron sin pena ni gloria, Footsteps (2006) y Merantau (2009), y consciente de sus posibilidades pone toda la carne en el asador en este adrenalítico asalto a un edificio. Para ir rebajando las consecuencias del torbellino, Evans va insertando pequeños momentos de respiro para que interaccionemos algo con los personajes de la película y caigamos en un par de tramas secundarias que le den algo de sustancia al asunto. Principalmente tampoco es que tenga demasiado interés todo lo que acontece alrededor del sargento Wahyu (interpretado por Pierre Gruno) más allá de sustentar las motivaciones para hacer polvo un edificio y pasar de lado por el tema de la corrupción policial. La trama familiar que envuelve al protagonista más que buscar la empatía parece querer meterle algo más de tensión a la recta final y lograr un clímax con algo de interés. De todas formas, el guión no viene a ser el punto fuerte de la película.

Si hace tiempo que no disfrutáis con una cinta de acción pura y dura, lo más probable es que The Raid sea lo que andábais buscando. No defrauda y entretiene de lo lindo.

jueves, 5 de mayo de 2016

Profanación (Mikkel Nørgaard, 2014)


Sordidez y elegancia


Profanación es la segunda entrega cinematográfica de la adaptación literaria de Los casos del Departamento Q, del autor danés Jussi Adler-Olsen, que continúa las desventuras de los dos detectives que se nos presentaron en Misericordia.
Esta segunda parte vuelve a contar con el mismo director, Mikkel Nørgaard, el mismo encargado de fotografía, Eric Kress, y el mismo guionista, Nikolaj Arcel, al que se le une Rasmus Heisterberg, quien ya trabajó junto a Nikolaj en la redacción del libreto de la primera película basada en la saga Millennium de Stieg Larsson. Como era lo más lógico, parecían tener una idea clara en la cabeza: si la primera parte había funcionado más que correctamente, lo mejor era no tocar nada. Y así es. Profanación sigue los parámetros de Misericordia, pero es aún más enrevesada, más elegante y mucho más sórdida. 

Titulada en inglés The absent one, Profanación adapta para la gran pantalla el segundo libro de Adler-Olsen llamado Los chicos que cayeron en la trampa y que se publicó en castellano allá por 2011. Dicen los que han leído la novela que esta segunda parte está mejor llevada que la primera. Y es cierto. Desconociendo el libro, Profanación es más oscura y cuenta con un ritmo muy alto, al que se le añaden más elementos violentos y sexuales, y hace mucho más notable la química entre sus dos protagonistas, aunque bien es cierto que parece que Fares Fares tiene una cuota menor de aparición en pantalla. Además, los secundarios son más potentes y la utilización de los flashbacks mucho más dinámica e interesante.



Tras la resolución del caso que se nos cuenta en Misericordia, Carl Mørck (Nikolaj Lie Kaas) y su compañero Assad (Fares Fares) siguen al frente del Departamento Q. Acumulan más de cincuenta casos sin resolver, pero terminarán centrándose en un asesinato doble cuando un ex-policía se acerque una noche a Carl y le pida que reabra el expediente de la muerte de sus dos hijos. Cuando los dos detectives comiencen a reunir de nuevo todas las piezas, se darán cuenta que existen cabos sueltos dentro de una trama que implica a gente de la alta sociedad. 

Desde luego si estáis buscando un thriller de calidad y con las dosis necesarias de intriga, Profanación es un título muy recomendable. No solo porque cuenta con unas notables interpretaciones, una pareja con carisma y una atmósfera que perturba, sino también porque en esta ocasión tira del gancho del mejor cine negro -y la mejor novela negra- para radiografiar una sociedad podrida que apesta. Aunque, claro, es conveniente pasarse antes por su primera parte.

Contada al más puro estilo procedimental, alterna su trama en el presente con unos flashbacks -ensamblados consecuentemente- que van desentrañando el caso con la lentitud necesaria para que la cinta adquiera tensión y no pierda ritmo, poniendo más pistas frente a las narices de los policías y haciéndonos partícipes de un mundo enfermo. Es en esa posición donde la película adquiere más relevancia que su predecesora. Sin ser juez ni parte nos revuelve las entrañas poniéndonos delante lo más asqueroso del ser humano y, además, lo hace de un modo en el que no pierde un ápice de realismo. 
Repitiendo el esquema de Misericordia, Mikkel Nørgaard logra una película madura, elegante y más compleja que su primera entrega. Eso sí, juntas, logran un díptico que, aunque lleno de tópicos, conforma una gran sesión de cine policíaco.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Turbo Kid (F. Simard y Anouk y Yoann-Karl Whissell, 2015)


Chute de nostalgia ochentera


Los nostálgicos y amantes de todo ese cine que nos dejó la década de los 80 están de enhorabuena. Porque sí, porque Turbo Kid es la película ideal para todos ellos o incluso para los que han pasado página pero que no podrán evitar un pequeño escalofrío al presenciar el ejercicio que nos presentan estos tres directores. Todo un canto a una época, un pastiche de géneros tan efectivo como entrañable y que en su hora y media de duración, propone un alocado viaje a través del cómic, de las BMX y de malos malísimos sacados de una copia barata de Mad Max. Una pequeña bizarrada dirigida con el único objetivo de hacer disfrutar. Y lo consigue con creces.
Turbo Kid es el debut en el largo de los canadienses François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell y no es más que la versión extendida de su cortometraje T is for Turbo, que fue uno de los segmentos presentados para la antología The ABC's of death

La película nos traslada a un futuro post-apocalíptico donde escasea el agua y las bandas aprovechan una situación caótica para hacerse con el control. En ese mundo sobrevive The Kid, un joven obsesionado con un cómic retro titulado "Turbo Rider" y con los objetos que guarda en su búnker personal. Un día conoce a una chica llamada Apple y se verán abocados a enfrentarse a una de las bandas más peligrosas, liderada por el temible Zeus. 

El veterano actor Michael Ironside da vida al temible villano Zeus.


Sí, todo lo que nos va a ir contando Turbo Kid nos suena a Mad Max, sobre todo ese mundo al borde del final donde el agua es un bien preciado y en sus villanos, pero también a esa entrañable cutrez titulada Los bicivoladores (Brian Trenchard-Smith, 1983). Pero también nos sonará a otro buen puñado de títulos. A través de numerosas referencias, Simard y los dos Whissell se marcan un ejercicio de nostálgica rodado con alegría y que transita sin ningún tipo de pudor por la aventura, el romance, la acción, el western y el gore. Si, el gore. Porque Turbo Kid tiene litros y litros de sangre que salpican a la pantalla. Todo ello con un aroma a serie B, con unos efectos especiales cutrecillos y la fuerza de una banda sonora en la que priman los sintetizadores. 

No es que no se tome en serio. Al contrario, Turbo Kid está realizada como un divertimento puro y duro que se empeña desde el primer minuto en llenarnos de melancolía. Y aunque es cierto que podría explotar mucho más su potencial, no pierde esa frescura que nos transmite desde la primera canción. Es un chute nostálgico donde cobra mucha fuerza su pareja protagonista, Munro Chambers y Laurence Leboeuf -sobre todo la segunda-, y un malo malísimo, con menos minutos de los que nos gustaría, al que da vida el veterano Michael Ironside. Una frikada tan entrañable como recomendable. Un viaje al pasado, al cine con el que crecimos, al que se le ve que se le ha puesto mucho corazón.

sábado, 30 de abril de 2016

Emelie (Michael Thelin, 2015)


Niños, saludad a vuestra nueva canguro


Ay, la niñera. Figura mítica donde las haya del género de terror, su personaje ha servido tanto como para levantar los más primarios instintos sexuales como para servir de carne fresca al asesino de turno o llevar sobre los hombros el peso de ser una final girl. Porque la niñera siempre ha estado señalada por la muerte desde que el slasher es slasher o, para ser más exactos, desde que Carpenter se empeñara en hacérselas pasar canutas a Jamie Lee Curtis en Halloween (1978).
Desde su punto de vista de adolescente angelical y currante, con su toque sensual/sexual y el calvario de tener que morir entre horribles sufrimientos o cargarse al psicópata que pasa por allí, hay que rebuscar para encontrar un giro en la figura de la babysitter en el que pase de ser la sufrida o la heroína a convertirse en una hija de puta de cuidado, y ahí uno de los referentes bien podría ser aquella Rebecca de Mornay en La mano que mece la cuna (Curtis Hanson, 1992). 
Michael Thelin, director con tablas en el mundo del videoclip y los telefilmes, parte de la premisa de convertir a la canguro en un ser diabólico y perturbado en su debut en el cine de corte comercial y, aunque su punto de arranque es bueno, prefiere contentar a las masas y pasa totalmente de la transgresión, algo que hubiese convertido su facilona Emelie en un peliculón de horror de los de poner mal cuerpo. 

Sarah Bolger, que da vida a Emelie, es de lo mejorcito de la película. Mezcla su sensualidad, su sonrisa inocente y una penetrante mirada,  para conformar un personaje diabólico que merece un guión más potente.


Anna (Randi Langdon) y Dan (Chris Beetem), son un matrimonio que va a pasar la noche fuera para celebrar su aniversario. Irán a cenar a un restaurante caro, se harán unos regalos, se emborracharán y, después, quién sabe. Con tres hijos a cuestas, el pequeño Christopher (Thomas Blair), la mediana Sally (Carly Adams) y Jacob (Joshua Rush), el primerizo que está creciendo a una velocidad de vértigo, no tienen más remedio que tirar de una niñera para poder pasar la noche tranquilos. 
Al no poder acudir a Maggie, su canguro habitual, contratarán a Anna, una niñera de apariencia normal pero que tiene un macabro plan en la cabeza para pasar la noche.

Lo peor que le puede pasar a una película con papeletas para sacar un notable alto, es que se desinfle y se caiga con todo el equipo por culpa de un guión flojo, unas resoluciones estúpidas, unas motivaciones aún más estúpidas y la maldita manía de querer contentar a un amplio espectro de público. 
El arranque de Emelie es prometedor, muy prometedor. Sus primeros 30 minutos son muy buenos. Hay un ambiente malsano y turbio que engancha, por lo que el respetable se mete en la historia desde el segundo uno. Es en su comienzo donde guarda las mejores escenas y sus puntos álgidos porque, reconozcámoslo, hay mucho de divertido en ver como la canguro pervierte a los niños. Es también en su comienzo donde -por alguna extraña razón- los chiquillos se presentan como lo que son, chiquillos, y no dan ganas de estrangularlos a las primeras de cambio. Un Joshua Rush muy maduro y un Thomas Blair natural a más no poder, se comen a su hermana Carly Adams, quizá la que más chirría.
Pero sobre todo es en su comienzo donde vemos a esa niñera inocente primero y cabrona después que es Sarah Bolger, interpretando un papel que le viene como anillo al dedo, mezclando su sensualidad con su pretendida inocencia y sacando a relucir su mirada de maníaca a la menor oportunidad. Sin duda, lo mejor de la película. 

Lo malo es que después de ver como Sarah Bolger perturba a los niños -aunque tampoco es que haya nada pasado de rosca- la película da un vuelco hacia un thriller del montón, de los que ponen en la televisión para la hora de la siesta, a Michael Thelin parece que se le olvida lo de dirigir y nos encaminamos directamente hacia un final descafeinado no, lo siguiente. Todo se derrumba como un castillo de naipes y la cinta se vuelve de lo más insufrible. Las motivaciones de la niñera tocada están poco trabajadas y lo que podría haber sido un festival con mucha sangre de por medio se torna en personajes que se mueven en la oscuridad y un par de arañazos. Lo que apuntaba a una lucha sin cuartel por sobrevivir a una babysitter a la que ningún matrimonio contrataría -salvo que sea como la pareja de la película, que también tiene tela- termina en un enfrentamiento al estilo de Solo en casa. No digo más.

jueves, 28 de abril de 2016

5 grandes canciones del rock en el cine (II)


Canciones hay muchas, y películas también. Así que era casi obligada esta segunda parte, a modo de bis. Algunos, incluso, habéis apuntado vuestras canciones favoritas en las películas, lo cual es de agradecer. Como el material es casi interminable, pronto traeré otras cinco. Ya se sabe, lo bueno si breve, dos veces bueno. Suban el volumen.

1. Bohemian Rapsody, Queen / Wayne's World (1992)

Wayne y Garth tienen un programa y una pasión desmedida por la música. Si no contamos a los Teleñecos, la interpretación del Bohemian Rapsody de Queen en el coche del staff de este friki programa juvenil debía de entrar por derecho propio en estas maravillosas listas. El mundo de Wayne, el mundo de Wayne. Marcha, marcha, es genial.

 

2. New Born, Muse / Alta tensión (2003)

Marie y Alex tienen pensado pasar un fin de semana tranquilo estudiando. Para ello se marchan al culo del mundo, pero no cuentan con la aparición de un psicópata que convertirá su idílico viaje en una pesadilla. Para una persecución que precede al sangriento final nada mejor que pisar a fondo el acelerador mientras el éxito de Muse va cogiendo fuerza. 

3. Big Gun, AC/DC / El último gran héroe (1993)

John McTiernan metió al bueno de Schwarzenegger a hacer de Jack Slater, un tipo duro de las películas de acción. El papel le venía que ni pintado, oye. Junto a él andaba el joven Danny Madigan, un friki en toda regla que consigue una entrada de cine mágica y al que le espera un buen paseo por los tópicos del cine de acción de los 80. Para la ocasión, la banda de Angus Young lanzó el single de Big Gun (luego metida en el recopilatorio Backtracks). 

4. I Don't Want Miss a Thing, Aerosmith / Armageddon (1998)

Si un meteorito descontrolado se acerca sin remisión a la Tierra, lo mejor que puedes hacer es llamar a Bruce Willis y a los suyos. Te solucionarán el problema, sin duda. Como Michael Bay ya tenía para su éxito de taquilla a Liv Tyler pensó que no había nada mejor que llamar a su padre. Aerosmith, la banda de Steven Tyler, grabó esta bonita balada expresamente para la película y se llevaron una nominación al Oscar a mejor canción original en 1998.


5. Surfin' Bird, The Trashmen / La Chaqueta Metálica (1987)

Nada mejor para grabar los horrores de la guerra que hacerlo bajo los acordes de esta mítica canción. Kubrick la utilizó en una de sus memorables películas, aunque no es el único sitio donde aparece. La banda de Minneapolis, activa de 1962 a 1967, no conoció un éxito similar. Don't you know about the bird?