miércoles, 27 de enero de 2016

Mad Max: furia en la carretera (George Miller, 2015)



Tras intentar escapar de la Ciudadela gobernada por el tirano Inmortan Joe (Hugh Keays-Byrne), Max Rockatansky (Tom Hardy) se ve envuelto en una persecución a través del desierto para dar caza a Imperator Furiosa (Charlize Theron), que ha huído de la dictadura del Señor de la Guerra llevándose con ella su más preciado tesoro.

Calificación:

En unos tiempos en los que el cine de acción -salvo gloriosas excepciones como la que nos ocupa- ha quedado lejos de la magia de otras épocas, Mad Max: furia en la carretera aparece como una obra imprescindible para los amantes del género y para los nostálgicos más recalcitrantes. 

No nos engañemos. La cinta de George Miller -de 70 años, el angelito- es acción pura y dura, adrenalítica y sin concesiones. Bien es cierto que el guión podía haber dado más de sí y que no todo espectador entrará de buen grado al juego que nos propone el director australiano. Pero también es cierto que uno debería empaparse de primeras del universo de Mad Max que dibujara este salvaje cineasta en Mad Max: salvajes de la autopista (1979), Mad Max 2: el guerrero de la carretera (1981) y Mad Max 3: más allá de la Cúpula del Trueno (1985) para dejarse llevar por este delirante viaje por el desierto. 

Concebida como la cuarta parte de las desventuras de aquel personaje que interpretara Mel Gibson, Miller consigue aquí su mejor película. Una reinvención a la altura de las circunstancias que sabe manejar el cine de dos épocas conformando una epopeya brutal con un ritmo vertiginoso. Enmarcada en un futuro post-apocalíptico desolador, esta persecución de dos horas se mueve apoyada por una excelsa fotografía, una banda sonora épica y eléctrica, unas escenas de acción maravillosamente rodadas y un montaje frenético.

Durante los 120 minutos de este viaje psicotrópico, Miller esboza una grotesca caricatura de la humanidad -quizá una advertencia de un posible futuro- salpicada con la idea revolucionaria del feminismo como garantía de salvación. Apenas hay diálogos entre disparos, acrobacias y olor a gasolina. Tampoco son necesarios. El magnetismo de los personajes es tan inmenso como su instinto de supervivencia. Un Tom Hardy/Max Rockatansky capaz de servir tanto de héroe como de comparsa ante la imponente figura de Charlize Theron como Imperator Furiosa, una heroína que se queda grabada en la retina; unos villanos de oscuras intenciones y maquiavélicamente caracterizados y unos héroes secundarios para terminar de apuntalar la función. Una función que termina siendo un espectáculo que abruma y entusiasma y que es pura dinamita visual. Sed testigos.

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