viernes, 11 de marzo de 2016

Last Shift (Anthony DiBlasi, 2014)


Asalto satánico a la comisaría


De Last Shift se han dicho tantas cosas que parece bastante increíble que haya pasado tan desapercibida con respecto a otros títulos. Yo llegué a ella gracias al blog The Bloody Princess y la película me ha dejado un buen sabor de boca.
De ella se ha dicho que es casi una obra maestra y también una basura infumable. Ni lo uno, ni lo otro. Poniéndonos en un término medio, Last Shift es un buen ejercicio de género que logra su cometido. Se disfruta cuando uno se la toma como un macabro divertimento, que al fin y al cabo es lo que es, y se deja llevar entre sus virtudes sin reparar demasiado en sus defectos.

La historia de Last Shift es sencilla y cumple a la perfección con los códigos que exige el género. Un héroe -heroína en este caso- empeñado en darlo todo, un lugar solitario y semi abandonado, unas muertes en extrañas circunstancias, la caída de la noche y una sucesión de apariciones para poner de los nervios al personal. 
Jessica Loren (Juliana Harkavy) es una policía novata que se estrena en el turno de noche en una abandonada comisaría. No tardará en darse cuenta que en ese lugar ocurren cosas extrañas y vivirá una auténtica pesadilla. 

Desde ese punto de partida, Anthony DiBlasi, director de la interesante Dread (2009), juega a poner sobre la mesa todo tipo de apariciones y sustos típicos en un ambiente que tiene todo a favor para sobresaltar al espectador. Lastrada quizá por su subrayada comparación con Asalto a la Comisaría del Distrito 13, de John Carpenter, tira del rollo satánico y de las sectas al más puro estilo Charles Manson para dar paso a la presentación de los perturbados seguidores de un tal John Michael Paymon (Joshua Mikel). La comisaría no tarda en convertirse en un edificio sitiado por los más diabólicos entes que llevarán a la protagonista de la serenidad a la locura. 

Con unas cuantas buenas escenas y algunos momentos especialmente terroríficos, si que es cierto que parece que Last Shift no tenía todos los mimbres necesarios para sus 90 minutos y huele a que habría dado mucho más de sí como corto. Su giro final, correcto en su concepción, daba para un impacto mayor. Juliana Harkavy lleva bastante bien todo el peso de la función y quitando que hay un par de cosas que se quedan en el tintero sin ningún tipo de explicación, la tensión se mantiene durante todo el metraje si entramos en comparación con otros títulos, a pesar de que la sucesión de escenas cortadas por el mismo patrón la dejan un tanto monótona y repetitiva.

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