miércoles, 27 de abril de 2016

The Chaser (Na Hong-jin, 2008)


Una cacería cocinada a fuego lento


The Chaser tiene una de las más peligrosas características del cine oriental en general y del coreano en particular. La exasperante lentitud que aparece como de la nada en medio de un ritmo hipnótico, que lastra al conjunto y que no es apta para todo tipo de paladares. Y me explico.
Mientras en otros productos esta característica parece estar justificada dentro del desarrollo de la trama -por motivos diversos-, en The Chaser es un compendio de escenas largas y tediosas insertadas en su tramo medio después de un brutal y brillante arranque y que dificultan al espectador menos hecho el aguantar hasta su tramo final, que es cuando vuelve a levantar el vuelo. Un sopor, vamos. Y eso que durante una aburridísima y larga hora y pico se nos van soltando perlitas y desarrollando alguno de los puntos necesarios para su cierre, pero parece más un no saber qué hacer ni qué contar después de mostrar la práctica totalidad de las cartas en su magnífico inicio.

El director Na Hong-jin, que también ejerce de guionista, desnuda a su película de cualquier atisbo de occidentalismo, pero también se dedica a unir piezas de manera que todo parece un megamix de otros títulos -con un especial tufillo a Memories of murder (2003)-, por lo que su conjunto queda marcado por una notable falta de personalidad.

The Chaser cuenta la historia de Joong-ho (Yun-seok Kim), un antiguo detective metido a proxeneta que no está pasando por uno de sus mejores momentos. A sus problemas económicos se une que algunas de sus chicas están desapareciendo y él cree que están siendo vendidas. Cuando obliga a Mi-jin (Yeong-hie Seo) a hacer un servicio, Joong-ho se dará de bruces con lo que está ocurriendo y tendrá que hacer frente a Young-min (Yung-woo Ha), un peligroso y desequilibrado psicópata. 



Sus 30 primeros minutos son espectaculares. Una brillante presentación del protagonista y su antagonista, una puesta en escena de un mundo turbio donde no existe ni el negro ni el blanco, sino el gris, y una tensión que va en aumento en este inicio de metraje. El problema viene a partir de ahí. Es entonces cuando todo se atasca y llega una larga y aburrida hora en la que se van sucediendo una serie de situaciones que, si bien están estructuradas siguiendo los códigos del mejor cine negro para ir poniendo las piezas sobre el tablero, están contadas de una manera tan exagerada y trivial que cuesta mantener la atención en la película. Especial relevancia toman escenas como la que sucede en la estación de policía, tan difícil de digerir como extremadamente ridícula. 
Quiero entender que Na Hong-jin -al menos así lo dejó caer en una entrevista- se dedica a retratar la ineptitud e ineficacia de las autoridades surcoreanas, pero es su visión en plan comedia pasada de rosca lo que sobra en el conjunto. Además, por más ineptos e ineficaces que pueda ser la policía, el proceso de investigación requiere de un acto de fe por parte del espectador para intentar aguantar tamaña sucesión de estupideces y errores, algo que nunca es fácil y que aquí, en especial, le quita parte de credibilidad al conjunto.

Si que es cierto que pasada esa eterna hora The Chaser levanta el vuelo de manera memorable, muy cercana a su arranque y con un gran final. En parte porque creo que su último tramo era necesariamente la continuación de su sobresaliente comienzo, como si ambas partes fueran un todo y no como dos segmentos colocados al principio y al final separados por el tedio de la nada más absoluta. También gracias al enfrentamiento de su pareja protagonista, dos actuaciones de diez que incluso sostienen la parte menos agradable de ver.

En The Chaser volvemos a encontrarnos frente a los temas casi inherentes a buena parte de los thrillers llegados de Corea del Sur. La venganza, el bien y el mal y, más particularmente en esta película, la posibilidad de redención o la bajada definitiva a los infiernos.
Si se aguanta su parte soporífera es una película que debe entrar entre lo mejor del cine coreano reciente. Yo la considero una más, con ciertos momentos maravillosos. No es lo peor que ha venido del país, pero tampoco es la obra maestra absoluta que me habían recomendado.
 

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