Reescribiendo evangelios
Hay un buen puñado de películas que versan sobre religión que mantienen la máxima de la crítica pura y dura -si obviamos aquellas dedicadas a contar tal o cual historia-, centrada últimamente en repudiar actos deleznables y reclamar unos códigos humanos que parecen haberse olvidado. Y hablo de religión en general. Por lo que respecta al catolicismo, la reciente hornada de películas ha tenido como objetivo la denuncia de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia y ha encontrado su máximo exponente en la multipremiada Spotlight, aunque servidor prefiere la desasosegante El club, de Pablo Larraín. La nueva película de Jaco van Dormael (Las vidas posibles de Mr. Nobody) juega a la sátira disfrazando su crítica -que bien podía haber dado más de si- de una fábula surrealista y entrañable en la que se reescribe todo un pilar de la religión para darle un tono más humano. Un viaje hacia unos neo-evangelios con vistas a una nueva era y que surgen de una rebelión interna, representada en una niña que tiene como objetivo la redacción de "su" Nuevo Testamento, unas Sagradas Escrituras de signo femenino que rompan las cadenas de una religión de marcado signo patriarcal.
Dios existe -así reza el póster- y vive en Bruselas. Tiene muy mala leche, barriga cervecera y crea y dirige el mundo desde una inmensa habitación repleta de ficheros y con la ayuda de un ordenador personal. Vive en una casa, junto a su mujer y su hija, a las que no trata demasiado bien, tiene los deportes puestos en la televisión las veinticuatro horas del día y nada le sienta mejor que teclear en su PC para dar rienda suelta a sus instintos dictatoriales. Pero ocurre lo que tiene que ocurrir. Su hija, Ea, cansada de los abusos y las formas de su padre, decide rebelarse contra él. Ayudada por su hermano JC llevará a cabo su particular revolución para hacer un mundo mejor. Sembrará el caos, cercano al apocalipsis, en el mundo y después decidirá bajar a la Tierra para buscar un grupo de apóstoles y reescribir el Nuevo Testamento.
Con un arranque divertido y delirante, Jaco van Dormael juega a explicar el Génesis como mejor sabe, a través de una sucesión de imágenes de un barroquismo casi extremo y exprimiendo lo mejor del cine de Jean-Pierre Jeunet para aplicarlo a sus códigos. A partir de ahí, los actores -desde el cómico Benoit Poelvoorde hasta la niña Pili Groyne o la veterana Catherine Deneuve- y la inventiva de un guión maravilloso hacen el resto.
Y sí, es cierto que su tramo final puede pecar de ñoño, pero la propuesta de este viaje excesivo se disfruta de lo lindo gracias a la puesta en escena de la historia católica como nunca antes la habíamos visto. Desde la creación al libro del Éxodo -iniciado con ese mensaje fatídico enviado a la Tierra que es de lo mejor de la película- y, por supuesto, la llegada al mundo para ir recolectando apóstoles. Personas normales, con sus alegrías y sus miserias, vistas desde la inocencia de Ea, la hija de Dios, que no está conforme con la horrenda creación de su padre. Reformular su obra, con unos posos que rozan lo anárquico y lo libertario, no será una tarea sencilla. No solo tendrá que enfrentarse a un mundo donde la gente llora, sino que tendrá que llegar hasta el final antes de que su padre, previo enfrentamiento a su propia creación, lo impida.
Todo ello en una fábula de un estilo visual magnífico y frenético, con grandes momentos de humor y mucho surrealismo. Una sátira tan irreverente como entrañable y con mucha, mucha creatividad.
Dios existe -así reza el póster- y vive en Bruselas. Tiene muy mala leche, barriga cervecera y crea y dirige el mundo desde una inmensa habitación repleta de ficheros y con la ayuda de un ordenador personal. Vive en una casa, junto a su mujer y su hija, a las que no trata demasiado bien, tiene los deportes puestos en la televisión las veinticuatro horas del día y nada le sienta mejor que teclear en su PC para dar rienda suelta a sus instintos dictatoriales. Pero ocurre lo que tiene que ocurrir. Su hija, Ea, cansada de los abusos y las formas de su padre, decide rebelarse contra él. Ayudada por su hermano JC llevará a cabo su particular revolución para hacer un mundo mejor. Sembrará el caos, cercano al apocalipsis, en el mundo y después decidirá bajar a la Tierra para buscar un grupo de apóstoles y reescribir el Nuevo Testamento.
Pili Groyne es Ea, la hija de Dios, que iniciará su rebelión, que dará paso al Éxodo, enviando un mensaje fatídico a la Tierra. |
Con un arranque divertido y delirante, Jaco van Dormael juega a explicar el Génesis como mejor sabe, a través de una sucesión de imágenes de un barroquismo casi extremo y exprimiendo lo mejor del cine de Jean-Pierre Jeunet para aplicarlo a sus códigos. A partir de ahí, los actores -desde el cómico Benoit Poelvoorde hasta la niña Pili Groyne o la veterana Catherine Deneuve- y la inventiva de un guión maravilloso hacen el resto.
Y sí, es cierto que su tramo final puede pecar de ñoño, pero la propuesta de este viaje excesivo se disfruta de lo lindo gracias a la puesta en escena de la historia católica como nunca antes la habíamos visto. Desde la creación al libro del Éxodo -iniciado con ese mensaje fatídico enviado a la Tierra que es de lo mejor de la película- y, por supuesto, la llegada al mundo para ir recolectando apóstoles. Personas normales, con sus alegrías y sus miserias, vistas desde la inocencia de Ea, la hija de Dios, que no está conforme con la horrenda creación de su padre. Reformular su obra, con unos posos que rozan lo anárquico y lo libertario, no será una tarea sencilla. No solo tendrá que enfrentarse a un mundo donde la gente llora, sino que tendrá que llegar hasta el final antes de que su padre, previo enfrentamiento a su propia creación, lo impida.
Todo ello en una fábula de un estilo visual magnífico y frenético, con grandes momentos de humor y mucho surrealismo. Una sátira tan irreverente como entrañable y con mucha, mucha creatividad.
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