El rumbo perdido de Eli Roth
Es indudable que el nombre de Eli Roth atrae a la gente, sobre todo cuando ha estado metido en tareas de producción y lo ha utilizado para llevar a la peña en masa al cine, atraídos por el morbo de asistir a un trabajo supervisado por el director. Y no existe tampoco la menor duda que en sus labores de dirección, Roth mantiene cierto gancho, aunque lleva sin sacar algo con un mínimo de decencia desde aquellas Cabin Fever y, por supuesto, Hostel. Knock Knock no es una excepción. Otra película fallida que se queda en un quiero y no puedo y donde todos aquellos puntos fuertes que pueda guardar se desbaratan en diez minutos.
Como director de género, Roth deja a un lado la casquería para adentrarse en un thriller típico de home invasion, que suena mucho a Funny Games (Michael Haneke, 1997) y a Hard Candy (David Slade, 2005) pero que en realidad es una suerte de remake de Death Game (Peter S. Traynor, 1977). Evan es un arquitecto felizmente casado y con dos hijos que va a pasar solo el fin de semana cargado de trabajo. Todo se viene abajo cuando en mitad de la lluviosa noche, abre la puerta de su casa y deja entrar a Génesis y Bel para ayudarlas.
A partir de esta sencilla y trillada premisa, los intentos de Eli Roth en la creación de atmósfera, los jugueteos para provocar tensión en el espectador y los giros insufribles, salen bastante mal. Es incluso chirriante que la baza estelar de la película, Keanu Reeves, sea lo peor de todo el conjunto. Desubicado y sobreactuado, al bueno de Reeves se lo comen las otras dos protagonistas de la función, Lorenza Izzo -esposa de Roth- y la española Ana de Armas, cuya química, curiosamente, funciona muy bien y a uno le da por pensar si el resultado final no podría haber sido mucho más satisfactorio.
Hay algunas fases de Knock Knock en las que la película se deja llevar por su condición de divertimento y se encamina alegremente a una explosión incontrolada que nunca llega a suceder. Quizá es por eso que el conjunto parezca tan desaprovechado, porque muchos esperamos de Roth que nos sorprenda. Pero que nos sorprenda para bien. Y es que no hay nada mejor que disfrutar de una home invasion pero a lo bárbaro, no tan descafeinada. Ni tan siquiera se hace un favor intentando colar una moraleja sobre lo animales que somos y nuestros instintos más básicos o un supuesto discurso feminista. Knock Knock habría resultado mucho más entretenida si sus reclamos sexuales se hubiesen dejado llevar por el explotation más burro y sus ganas de torture porn se hubiesen calmado con algo más que clavarle a Keanu Reeves un tenedor en el hombro.
Como director de género, Roth deja a un lado la casquería para adentrarse en un thriller típico de home invasion, que suena mucho a Funny Games (Michael Haneke, 1997) y a Hard Candy (David Slade, 2005) pero que en realidad es una suerte de remake de Death Game (Peter S. Traynor, 1977). Evan es un arquitecto felizmente casado y con dos hijos que va a pasar solo el fin de semana cargado de trabajo. Todo se viene abajo cuando en mitad de la lluviosa noche, abre la puerta de su casa y deja entrar a Génesis y Bel para ayudarlas.
A partir de esta sencilla y trillada premisa, los intentos de Eli Roth en la creación de atmósfera, los jugueteos para provocar tensión en el espectador y los giros insufribles, salen bastante mal. Es incluso chirriante que la baza estelar de la película, Keanu Reeves, sea lo peor de todo el conjunto. Desubicado y sobreactuado, al bueno de Reeves se lo comen las otras dos protagonistas de la función, Lorenza Izzo -esposa de Roth- y la española Ana de Armas, cuya química, curiosamente, funciona muy bien y a uno le da por pensar si el resultado final no podría haber sido mucho más satisfactorio.
Hay algunas fases de Knock Knock en las que la película se deja llevar por su condición de divertimento y se encamina alegremente a una explosión incontrolada que nunca llega a suceder. Quizá es por eso que el conjunto parezca tan desaprovechado, porque muchos esperamos de Roth que nos sorprenda. Pero que nos sorprenda para bien. Y es que no hay nada mejor que disfrutar de una home invasion pero a lo bárbaro, no tan descafeinada. Ni tan siquiera se hace un favor intentando colar una moraleja sobre lo animales que somos y nuestros instintos más básicos o un supuesto discurso feminista. Knock Knock habría resultado mucho más entretenida si sus reclamos sexuales se hubiesen dejado llevar por el explotation más burro y sus ganas de torture porn se hubiesen calmado con algo más que clavarle a Keanu Reeves un tenedor en el hombro.
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