Fantasmas del pasado
Es notable como, de un tiempo a esta parte, las películas de género han echado la vista atrás para alimentarse de los códigos clásicos más que para empeñarse en reformularlos y perpetrar auténticas barbaridades auspiciados en la modernidad. En este caso, El Regalo se mira en aquellas cintas de home invasion de los 90 en las que el vecino de al lado, una niñera o mismamente el jardinero se te colaban en casa y te armaban la de Dios es Cristo.
Simon y Robyn son un joven matrimonio que acaba de mudarse para comenzar una nueva vida. Un trabajo con mucho futuro, una casa perfecta y la idea de formar una familia. La cara del éxito. Un día, mientras realizan unas compras, Simon se topa por casualidad con Gordo, un antiguo compañero del colegio. Lo que empieza con un par de regalos en su puerta y unas visitas a deshoras, termina convirtiéndose en una auténtica pesadilla.
El Regalo cuenta con dos partes bien diferenciadas. La primera, más pausada, se dedica a crear la atmósfera, presentando a un matrimonio dispuesto a empezar de cero. Ella con unas trazas de mujer sumisa y obediente, él representando la cara del triunfador: un hombre de negocios con una carrera meteórica que está a punto de alcanzar la cima en una importante empresa que aparece de la nada por obra y gracia de dos jóvenes que terminan convirtiéndose en multimillonarios. Este primer tramo sirve también para poner en escena a Gordo, un amigo de la infancia que alterará progresivamente el futuro idílico con el que sueña la pareja. Y como si fuese algo premeditado, todo se va derrumbando como un castillo de naipes.
El Regalo va cogiendo rapidez en su segunda parte, aumentando la tensión -con algún que otro susto metido con calzador, eso sí- y manteniendo un ritmo narrativo impecable para destruir nuestras teorías o al menos hacernos dudar de lo que creemos que va a pasar antes de llegar al tercio final, donde se cierra el conjunto con sencillez y realismo, sin giros complicados o sin sentido. Todo dentro de la coherencia y el nivel de historia cotidiana que se le ha dado a la cinta desde un principio.
El Regalo va cogiendo rapidez en su segunda parte, aumentando la tensión -con algún que otro susto metido con calzador, eso sí- y manteniendo un ritmo narrativo impecable para destruir nuestras teorías o al menos hacernos dudar de lo que creemos que va a pasar antes de llegar al tercio final, donde se cierra el conjunto con sencillez y realismo, sin giros complicados o sin sentido. Todo dentro de la coherencia y el nivel de historia cotidiana que se le ha dado a la cinta desde un principio.
Dentro de este interesante thriller importan -y mucho- los actores. Dejando a un lado a Rebecca
Hall, un poco sosa aunque correcta, el peso de la función se lo
reparten entre Jason Bateman y Joel Edgerton. El primero más suelto que
de costumbre, llevando a su personaje de una aparente normalidad a una
situación que se le va de las manos, cogiendo cada vez más relevancia
dentro de la trama. El segundo, Joel Edgerton -que también
dirige y guioniza-, logra dar forma a un maquiavélico villano con el
que empatizamos desde el primer minuto. Nos lleva al interés a traves de sus palabras y de una mirada que nos dice que no anda bien de la cabeza pero
que a la vez hace que sintamos pena por él. Un personaje extrañamente
entrañable y deliciosamente peligroso que le valió a Edgerton el premio
al mejor actor en el último festival de Sitges.
El triángulo funciona a la perfección porque el guión está bien trabajado y no se cree nada más de lo que es. Al contrario de otros títulos, El Regalo apuesta desde su comienzo por la sencillez. Una historia que nos han contado mil veces pero revestida de un aire cotidiano que la vuelve muy interesante de principio a fin. Se le puede achacar un regodeo en los giros que hace que se estire demasiado, pero aún así no pierde ni el ritmo ni el interés. Eso sí, nos deja con esa sensación de que habiendo recortado unos 20 minutos, el debut de Joel Edgerton habría resultado una ópera prima redonda.
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