viernes, 29 de enero de 2016

Cinco secuelas para terminar de morir un domingo de resaca

Es domingo. Te has vuelto a levantar con algo de zozobra, la cabeza que no es tuya y la boca un poco seca porque el sábado te fuiste de cañas y al final se lió la cosa. Es día para no quitarse el pijama, remolonear en la cama, tomar ibuprofeno en cantidades industriales y comer guarrerías. También es día de ver fútbol o de pegarse una sesión de cine de esas que te den ganas de volver a beber. Porque no tienes el cerebro para películas existenciales ni otras mierdas, aquí van cinco secuelas para terminar de morir un domingo de resaca.

Grease 2 (Patrice Birch, 1982)

Partiendo de la base de que la primera parte no es que fuese una obra maestra -salvemos a su banda sonora-, Patrice Birch tuvo que pensar que era una idea maravillosa montar una segunda. El nuevo curso en el instituto Rydell es un bodrio de tal magnitud que hasta la propia Michelle Pfeiffer renegó de ella. En esta ocasión nos vamos a 1961, dos años después de la bonita historia de amor de Sandy y Danny. Rizando el rizo en una ocurrencia sin precedentes, para la segunda parte habrá un original cambio de papeles. Maxwell Caulfield es Michael Carrington, un joven inglés de lo más pijo que va a enamorarse de la rebelde Stephanie Zinone (Michelle Pfeiffer) que, por supuesto, no le hace ningún caso porque está demasiado ocupada con los malotes del instituto. 





 

Staying alive, la fiebre continúa (Sylvester Stallone, 1983)

Si, Fiebre del sábado noche tiene una segunda parte porque alguien también pensó que era una idea cojonuda continuar con los movimientos de Tony Manero. Concretamente el bueno de Sylvester Stallone, que además de dirigir este engendro es co-autor del guión. Es decir, que dos personas escribieron el libreto de esta secuela infumable.
La acción nos sitúa cinco años después de la cinta original y en esta ocasión Manero abandona las pistas de baile para triunfar en Broadway. 



 

Speed 2 (Jan de Bont, 1997)

Speed tenía su aquel. Era entretenida y funcionaba como juguete de acción de los 90 -de hecho, no ha envejecido tan mal-. Pero seamos serios, no daba para una segunda parte. Eso debió pensar Keanu Reeves, que se desentendió de la película al ver el castañazo que se podían pegar. Y se lo pegaron. 
Se quedó sola Sandra Bullock, acompañada por Jason Patric y Willem Defoe como malo malísimo. Para esta segunda parte, la acción transcurre en un transatlántico que va camino del Caribe donde una pareja de enamorados planean pasar los mejores días de su vida hasta que un loco de la informática toma el control del barco y se acaba la tranquilidad. 



 

Dirty Dancing: Havana nights (Guy Ferland, 2004)

Dirty Dancing era un bodriete de mucho cuidado pero tenía algo que nos molaba. A ver quien es el listo que asegura que nunca ha intentado el salto del baile final en medio de una discoteca una noche de borrachera. Casi nada.
El guaperas en este caso es Gael García Bernal y la jovenzuela es una Romola Garai que, digámoslo, tiene otro punto al que tenía Jennifer Grey. En esta segunda parte nos trasladamos del balneario donde se desarrollaba la primera a La Habana de 1958 para que nos cuenten otra historia sosa entre bailes sensuales. Si. Patrick Swayze hace una pequeña aparición.  


 

Jóvenes ocultos 2: vampiros del surf (P.J. Pesce, 2008)

El mismo título ya nos debería llevar a buscar una pistola. Por lo que pueda pasar. Secuela de la ochentera peli de Joel Schumacher, fue a parar directamente al mercado del DVD para evitar huelgas generales alrededor del mundo.
La acción se desarrolla esta vez en Luna Bay, porque si los vampiros son surferos hay que ir a California si o si. Hay dos hermanos que se meten donde no les llaman y, claro, les acaban mordiendo. Para acabar con los malditos chupasangres nada mejor que buscar a un experto. Si, Corey Feldman, que aparecía en la primera entrega. 

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